Relatos Vikingos

Un mar de estrellas iluminaban la noche y el oleaje rompía contra la proa del Drakkar.
El ejército Vikingo volvía de una de sus tantas incursiones sangrientas a la isla de Bretaña, y traía consigo un importante botín de oro, esclavos y armas.

Odín había alertado a sus súbditos sobre el peligro de navegar aguas bretonas por las noches, más aún, luego de una batalla.

Poco importaba al líder del grupo los presagios de su dios, la avaricia lo cegaba y el brillo del oro hacía relucir su rostro bajo aquella luna llena.

Los soldados bebían hidromiel y contaban historias de proezas pasadas, mientras los esclavos remaban hasta el cansancio tratando de atravesar las olas que golpeaban con más fuerza a medida que avanzaba la noche.

De pronto un aire gélido congelo los corazones de aquellos hombres, y sus armas se escarcharon y partieron en mil pedazos.

El desconcierto se apoderó de todos, mientras olas gigantes comenzaban a castigar cada vez con más vehemencia el robusto casco del Drakkar.

Nadie comprendía la situación y la histeria estaba a punto de explotar, de repente el mar se aquietó. Los tripulantes de la nave estallaron en un concierto de risas y festejos como desafiando el poder oculto que escondían aquellas aguas.

– ¡Hay algo extraño en el agua!– grito un vigía–… de pronto un gigantesco remolino apareció frente a ellos, como una garganta profunda a punto de ingerir un gran trozo de carne.

Odín lo había alertado, es peligroso navegar aguas bretonas por las noches, más aún, luego de una batalla.

Una gigantesca figura emergió de las profundidades causando en la tripulación un terror que jamás habían experimentado.

Lo que sucedió después solo lo saben los dioses, lo cierto es que esa noche, las aguas bretonas se tiñeron de sangre… sangre Vikinga.